Al igual que Miguel Romero fue
homenajeado el pasado sábado 22 de septiembre en un acto previo al almuerzo de
hermandad con motivo de la Apertura del Año Manantero 2012/2013, y que
posteriormente sería recordado también, ya en la comida, por Santiago Reina,
verdadero precursor de la persona de este insigne poeta (y que próximamente
será publicado) el otro personaje protagonista este año fue la figura del
muñidor; y en especial Juan Cejas Luna, "Juan el de la campanita".
Sin duda, fue uno de los momentos centrales y más emotivos del almuerzo de hermandad. Nuestro hermano Antonio J. Maíz López levantóse en el cenáculo para dirigirse a los presentes y esbozar, brevemente, la figura del muñidor; su origen y significado en Puente Genil, para después exaltar de bella forma y muy emotiva la figura de nuestro querido "Juan de la campanita". Ya en su último párrafo de la disertación, se pudo escuchar el lejano tintineo de una Campanita para después entrar al salón, una vez terminada el discurso de Antonio, y recorrer todo el salón sonando a Mananta hasta llegar a la mesa presidencial y presidir el acto hasta que, al final del protocolo, y como es tradicional en Puente Genil, a los sones de Gloria al Muerto, sonar de nuevo para despedir la magnífica comida de hermandad vivida. La Campanita no era otra que la de la Cofradía de la Columna, del siglo XVIII.
A continuación os dejamos con el la bella disertación que nos dirigió nuestro hermano Antonio. J. Maíz:
<<Hermanas y Hermanos todos:
Buenas Tardes.
El origen del muñidor se
sumerge en lo más profundo de la historia de la Semana Santa, surgiendo su
figura en toda Andalucía como un servidor remunerado de las Cofradías para
avisar a los hermanos de la celebración de cabildos, misas o entierros. La
principal labor y la única que ha perdurado a través de los siglos ha sido la
de preceder a los cortejos tocando una campana para avisar a los fieles de la
cercanía de la procesión, haciéndole así un llamamiento al respeto y la oración.
Al igual que podemos asegurar que El Muñidor durante siglos fue un personaje
común en la Semana Santa de toda Andalucía, también podemos decir que hoy día
se ha convertido en una figura que aparece de forma esporádica y generalmente
en cofradías de marcado estilo fúnebre. Por el contrario en nuestro pueblo, ha
perdurado en las procesiones a través de los siglos extendiéndose a otros actos
mananteros como el jueves Lardero y la última subida al Calvario del Domingo de
Ramos.
Como testigos y no precisamente
mudos de esta tradición centenaria, tenemos las campanas que al igual que a
nosotros, también convocaron, emocionaron y llamaron a nuestros antecesores.
Sencillas y pesadas obras de fundición salidas de las fraguas de antaño con
gargantas de potente timbre y monótona melodía. La más longeva y la que nos da
idea de la antigüedad por consiguiente de la figura del muñidor, es la de Jesús
Nazareno, datada en el año 1664 siendo la que precede a la Procesión del
Viernes Santo por la mañana y en la que se puede leer la siguiente escritura:
“Soy de los Hermanos de las Cien Luces de Ntro. Padre Jesús Nazareno, año
1664”. Debemos también hacer mención a la Campanita de la Cofradía de la
Columna fechada en s. XVIII, así como la de la Cofradía de la Humildad que es del
año 1866 y más reciente la de la Soledad del año 1953.
Preciosa tradición ya
perdida la que nos narra el recordado Miguel Romero en su libro “Semana Santa
en Puente Genil” de 1911, donde nos explica como el muñidor, a una hora
determinada pasaba tocando su campanita a recoger una por una a todas las
Hermandades del día, estas esperaban con sus respectivas banderas y
estandartes y tras ellas junto con los bastoneros y demás hermanos emprendían
camino hacía el templo de donde había de comenzar la procesión. Igualmente al
concluir esta era la campanita de la Cofradía del siguiente día la que tañendo
vigorosamente partía junto con su estandarte hasta su correspondiente sede canónica, en medio de numerosos aplausos y vítores.
¿Os habéis preguntado alguna vez qué ocurriría Hermanos/as, si en algún día de nuestra Semana Santa faltara el tintineo de nuestra Campanita?
¿Os habéis preguntado alguna vez qué ocurriría Hermanos/as, si en algún día de nuestra Semana Santa faltara el tintineo de nuestra Campanita?
Estoy seguro que toda procesión saldría adelante y cumpliría de la misma manera que siempre su estación penitencial. Las Cofradías y Hermandades marcharían tras su cruz de guía o estandarte por el recorrido fijado, los pasos lucirían hermosos como siempre y la cera se volvería a derretir a los pies de Nuestros Sagrados Titulares, las fragancias del azahar y del incienso embriagarían nuevamente nuestras calles, los costaleros y bastoneros seguirían derrochando su fe y su arte bajo los pasos, nuestras figuras bíblicas continuarían haciendo sus mudas catequesis y las saetas lanzarían al viento la misma oración desgarrada. Todo seguiría igual… Pero en nuestro pecho, nuestro palpitar no tendría nunca el mismo ritmo de bronce que le da nuestra campanita, ese pellizco en el alma único e indescriptible, ese soniquete de siglos que nos envuelve y nos envenena, nos faltaría, ese faro sonoro que nos indica en un mar de calles donde se encuentra la procesión.
Han pasado muchos años y han sido numerosos, numerosísimos hombres los que han desempeñado esta noble labor de tocar la campanita de nuestra Semana Santa, pero en las últimas décadas no cabe duda que fue Juan Cejas Luna, el que lo hizo de forma sobresaliente e infatigable. Juan comenzó a tocar la campanita con tan solo 13 años de edad y prácticamente lo ha venido haciendo así hasta el final su vida. La campanita se convirtió así en su fiel e inseparable compañera, hasta el punto de ser conocido cariñosamente como Juanillo el de la Campanita. Cuando Juan se colocaba al frente de una procesión y comenzaba a tañer con singular maestría la campana de la Cofradía dando así comienzo a su Estación de Penitencia, lo hacía con la fuerza y la serenidad de un hombre y la ilusión desbocada de un chiquillo al que algunas veces se le escapa una sonrisa fruto de su feliz alborozo. Lo hemos visto a la cabeza de casi todas las procesiones, con su incesante juego de muñeca haciendo sonar la campana deforma incesante hasta el final de la procesión.
Ahora Juan que ya gozas para siempre de la presencia del Terrible y compartes junto a tantos mananteros buenos como tu, la procesión de una Cofradía eterna, te empezamos a echar de menos y en la próxima mananta te echará de menos el redoble del pasodoble, los estandartes al viento, las cruces de guía, los primeros cirios del cortejo y el fulgor de la bengala que con su cercanía intentaran prestar consuelo al lamento quebrado que desde hoy mismo tiene tu campanita. Aquí en la tierra, estoy seguro Juan que tu alma ha quedado prendida del bronce de cada campana para seguir abriendo las procesiones con tu humildad y sencillez. Y como premio a tu labor y recompensa a tu bondad seguir siendo en cada procesión el primero, el primer tintineo a los sones de Barrabás, el primer chiquillo en la Borriquita, el primer apóstol en la Santa Cena, el primer penitente en el Calvario, el primero y más humilde del Miércoles Santo, el primer valiente de la Veracruz, el primer lirio morao del Terrible, el primer llanto de Soledad en el Dulce Nombre, el primer ciprés del Sábado Santo y el primero en anunciar la resurrección del Señor en la mañana del Domingo Grande.
Hoy como tantas veces, el muñidor ha vuelto con su agudo tintineo a ahondar y remover en los recuerdos de los más mayores y a renovar ilusiones en el corazón de los mas jóvenes, hoy como la cristalina corriente de un arroyo ha buscado la ribera desde la cumbre más alta, hoy Juan todos nos sentimos muñidores y en tu recuerdo hacemos sonar nuestro corazón y tu campana a la misma vez como sincero homenaje y como muestra de la admiración y el afecto de todo el mundo manantero. Allí donde estés, querido Juan, querido hermano… ETERNAS GRACIAS. >>
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